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En Argentina, uno de cada tres chicos sufrió acoso en clase

Publicado en por serale

Bullying. Hasta no hace mucho tiempo era una anglicismo desconocido para la mayoría. Pero lo que representa esta palabra es algo que está presente desde hace tiempo en Argentina y –peor aún– con una frecuencia superior a la del resto de los países de la región. Según un trabajo de la Corporación Internacional para el Desarrollo Educativo (CIDE), Argentina figura al tope en un ránking que mide el bullying: el 37% de los alumnos encuestados dicen haber sido insultados o amenazados en el último mes, cuando la media continental para esa variable se ubica es de 25,8%. Y también en la pregunta sobre si sufrieron golpes, el 23,4% de los chicos argentinos responde afirmativamente, en un índice superior al del resto de los alumnos latinoamericanos.

Con ese panorama, es fácil advertir que el acoso escolar y las agresiones físicas o psicológicas es algo que preocupa al 87% de los argentinos, según datos de una encuesta de TNS-Gallup para el Consejo Publicitario Argentino. Y además, uno de cada cuatro argentinos conoce al menos un caso de bullying que perpetró o sufrió algún conocido o familiar. Otro dato relevante de ese mismo estudio: las mujeres son las que más conocen de situaciones de bullying (31% contra 19% de los hombres).

Más allá de las agresiones y del impacto físico y emocional directo del acoso, el bullying influye también sobre la capacidad de aprendizaje de los chicos.

Según el informe del CIDE, en Argentina los chicos pueden rendir hasta un 13% menos en los exámenes por ser víctimas de las agresiones de sus compañeros. Y ese número es alto en comparación a otros países de latinoamérica, en donde el promedio de rendimiento escolar disminuye un 9,68%.

Para Mariana Kelly, integrante de Bullying Cero Argentina, los casos de maltrato físico son los más impactantes, pero hay que estar atentos también a cuando los chicos se quejan. “Si un chico insulta a otro, el padre o el docente tienen que darle a ese hecho la gravedad que tiene. El chico no puede acostumbrarse a eso, y el maltratador tampoco puede acostumbrarse a ese rol”, explica Kelly a Clarín. “Cuando un chico llega a pedir ayuda, es que no pudo arreglarlo solo. No escucharlo o no darle importancia es cortarle el vínculo de comunicación”, agrega. “Los padres tienen que estar atentos. Que haya pasado siempre no significa que eso esté bien”, concluye.

clarin.com

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