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Al filo de la deserción (II)-tres testimonios-

Publicado en por serale

Repetir hasta abandonar

A los 14 años, Nicolás Rodríguez dejó la escuela. Cursó primer año en una técnica doble turno y repitió. Probó en otra técnica pero dejó para pasarse a un bachillerato porque, además, tenía que trabajar. También repitió. La desilusión y los problemas económicos en su familia lo condenaron a permanecer un año por fuera del sistema educativo. "Tenía conflictos económicos, familiares y no tenía la cabeza para estudiar. Cuando se me dio la posibilidad de volver, con el apoyo de mi familia, lo hice. Ahora estoy en tercer año y nunca me llevé una materia", cuenta. 

La historia de Laura Sánchez es similar. Repitió primer año y se tomó un año "de vagancia" ­
según cuenta­. Volvió a empezar la secundaria, pero solo aprobó cuatro materias. La frustración y graves problemas familiares que la mantenían en un estado de rebeldía permanente, la llevaron a pensar que no servía para esto. 

Beatriz Calacou, tutora y docente de la Escuela de Reingreso N° 1, de Parque Patricios, plantea: "Muchas veces las cuestiones emocionales redundan en el bajo desempeño, y provocan frustración. Acá los chicos llegan con muy baja autoestima. Es muy común que te digan: A mí la cabeza no me da, yo no sé . Y uno de nuestros caballitos de batalla es mostrarles que son capaces. Si a una persona no le hacés saber que creés que es valiosa, no va a poder construir su autoestima". 

"El pibe no viene a la escuela por distintas razones: a veces porque tiene que hacerse cargo de cosas que no son propias de un niño estudiante como cuidar la casa, hermanos menores, acompañar a la abuela al médico, o a la madre que tuvo familia, etc. En otras ocasiones la inasistencia trae aparejado el bajo rendimiento: repite una vez, repite dos y no quiere venir más", explica Carmen Curátola, docente en elCESAJ de la Escuela Secundaria N° 61, de La Matanza. 

El CESAJ, en la provincia de Buenos Aires, y la Escuela de Reingreso, en la Ciudad, son estrategias de retención escolar implementadas desde hace seis años, que vinieron a llenar el hueco que había entre la escuela tradicional y la escuela para adultos ­
que recién incorpora a los jóvenes a partir de los 18­. Ambos programas están destinados aadolescentes de entre 15 y 18 años que no terminaron la escuela media por haber repetido o abandonado los estudios. En el CESAJ los jóvenes en dos años aprueban los primeros tres años del secundario y luego se reinsertan en la escuela común. En el caso de la Escuela de Reingreso, los estudiantes cursan en cuatro años todo el secundario allí, obteniendo el mismo título que si egresaran de una escuela común.

 

Volver al cole

Nicolás y Laura, hoy con 18 y 20 años respectivamente, están a poco de terminar el secundario en la Escuela de Reingreso N° 1, de Almagro. Al ser la cursada por la tarde-noche, Nicolás pudo combinar el estudio con el trabajo. Otra ventaja es que las faltas y las notas son por asignatura y no influyen en la regularidad del resto de las materias. Laura, a medio año de obtener su título, afirma: "Entré con la misma postura que a la escuela común: rebelde. Pero con el tiempo me empezaron a poner los límites, me enseñaron a que tengo que seguir mi rumbo y no perderme en la rebeldía. Y ahora tengo muchas personas muy queridas acá, que me enseñaron a no bajar los brazos, a ver mi futuro". Nicolás agrega: "En esta escuela somos menos chicos, entonces el vínculo con los profesores es mejor".

Mariana Nobile, investigadora que formó parte del trabajo de FLACSO Nuevos formatos escolares para promover la inclusión educativa (2007) y es autora de Los vínculos entre docentes y alumnos en las Escuelas de Reingreso de la Ciudad de Buenos Aires (2011), analiza: "Al hacerse por trayectos ­es decir, uno puede repetir una materia pero no el año­, estas escuelas tienen efectos fuertes en los chicos, porque hay una idea de seguir avanzando constantemente, sin estancarse siempre en la misma posición, desnaturalizando el formato educativo tradicional". 

Del mismo modo, los CESAJ parecen, de algún modo, allanarles el camino a los adolescentes para que puedan volver al colegio. Elena Duro, especialista en Educación de UNICEF, quien coordinó una investigación acerca de estos centros como parte de la serie de publicaciones Educar en las Ciudades, desarrolla: "Lo común en este tipo de programas de reinserción y terminalidad es la elección de profesionales docentes con voluntad expresa de trabajar y ganas de formarse para trabajar con poblaciones que exigen retos mayoresrespecto al alumno ideal para que el que fue diseñada nuestra escuela secundaria. Estos nuevos dispositivos en general son más flexibles, tienen la característica de monitoreo y acompañamiento de cada uno de los estudiantes, con una clara finalidad de seguir las trayectorias individuales para que estas no se trunquen una vez más".

¿Más flexibles, menos calidad?

La flexibilidad de estos programas despierta algunas suspicacias respecto del grado de calidad que ofrecen. La rigidez ligada a la educación tradicional todavía es, por lo menos en el imaginario social, sinónimo de calidad. Sin embargo, especialistas y docentes intentan desmitificar esta cuestión para darles crédito a otros métodos más vinculados a rescatar las capacidades del alumno, a tener en cuenta su situación social, familiar y personal, y ofrecerle herramientas que se puedan adecuarse a sus posibilidades. 

Nobile rescata: "Que chicos del secundario te digan que lo que les gusta de la escuela es el trato con los profesores es fuerte, y eso nos pasó cuando los encuestamos. Este formato habilita muchas cosas: el acompañamiento, el apoyo permanente, las tutorías. Son chicos que en otros espacios relatan mucha indiferencia por parte de las escuelas". 

En este sentido, el compromiso de los docentes en este proceso juega un rol fundamental: "Tengo cuatro domicilios para hacer, pero se me rompió el auto y lo estoy posponiendo", comenta con naturalidadCarmen Curátola, haciendo referencia al trabajo que hace la escuelacasa por casa para reincorporar a los chicos al ámbito escolar. "Es un mimo que pesa mucho a la hora de volver al colegio. Esto de preparar el mate, traer algún día un budín, otro día enojarse porque hicieron algo incorrecto. Saben que uno está para las buenas y para las malas, y que hay normas que cumplir porque si no hay bronca", cuenta. Y aclara: "Somos gente que apunta a la educación en serio, una educación inclusiva y de calidad. No se trata de pasar por pasar. Hay que estarconvencido de que la educación es un medio de ascenso social, y debe ser la misma para el de Flores, el de Belgrano o el de cualquier otro barrio". 

Para Elena Duro, la discusión acerca de si uno u otro formato es mejor o peor no enriquece. La especialista invita a reflexionar sobre la calidad de la educación en general, punto de partida para lograr una mayor retención de los chicos en el sistema educativo: "Este tipo de comparaciones no suman al problema. Esto no significa que los nuevos formatos en todas sus expresiones sean de alta exigencia, ni que los aprendizajes sean los más pertinentes en todos los casos, del 
mismo modo que sus propuestas de formación profesional. Sin embargo, creo que el tema de la calidad educativa sigue siendo un debate pendiente a nivel nacional, y que abarca a la totalidad del sistema educativo. La calidad debe ser pensada para todos", sintetiza. 

La escuela, el mejor lugar

Todos los testimonios consultados por Clarín Educación coinciden en que no hay mejor lugar para los jóvenes que la escuela. Si bien el camino hacia la tasa cero de abandono y repitencia parece largo, insistir con la discusión y la puesta en práctica de recursos como los CESAJ y las Escuelas de Reingreso, dicen, es clave para que esos números que miden la deserción y traen detrás cientos de historias, disminuyan. 

Justamente, son esas historias las que, aseguran los docentes, es preciso rescatar. Darío Ritu, profesor de Prácticas del Lenguaje del CESAJ de La Matanza, opina: "El docente que piensa que todo está perdido se tiene que retirar. Siempre hay que buscarle la vuelta, hay que charlar mucho con los alumnos, conocerlos, saber qué les pasa, y convencerlos de que pueden". En consonancia con Darío, Beatriz Calacou concluye: "Para mí estos alumnos son personas valiosas, no les tengo pena, los considero capaces y sé que pueden venir a la escuela y egresar".

 

clarin.com

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