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Afirman que los genes influyen en el aprendizaje

Publicado en por Polimodalitos

Inciden hasta un 80% en el éxito educativo, según un estudio de científicos ingleses que analizó a gemelos y mellizos. Advierten que no se debe caer en un “reduccionismo genético”.

Incluir genética y aprendizaje en una misma oración es casi un tabú, porque la genética suele asociarse con ideas deterministas, es decir, con la creencia de que el destino está escrito en el ADN. Hoy nadie defendería semejante aberración, pero estudios recientes de genética de la conducta señalan que los genes sí influyen –insistimos: no determinan– en el rendimiento escolar de los alumnos.

Entre un 60 y un 80% de las diferencias de desempeño de los chicos en lectura tiene base hereditaria. En la aptitud para la matemática, el peso de los genes varía entre 60 y 70%. En ciencias, el porcentaje de heredabilidad ronda entre el 50 y 60%. Los hallazgos surgen de una serie de estudios realizados por los científicos ingleses Kathryn Asbury (Universidad de York) y Robert Plomin (King’s College de Londres), especialistas en psicología y genética, y dieron lugar al libro Genética y Aprendizaje (Paidós), que acaba de publicarse en Argentina.

“Las diferencias de ADN explican entre el 50 y el 70% de las diferencias entre las personas en cuanto a habilidades cognitivas generales (Lengua, Matemática, Ciencia, etc.), mientras que las diferencias entre escuelas solo explican cerca del 20%”, aseguró a Clarín Kathryn Asbury desde Inglaterra.

Para poder estudiar el peso específico de la genética, el equipo de Asbury y Plomin basó sus experimentos en el estudio de mellizos y gemelos (que comparten el 50% y el 100% de los genes, respectivamente), por medio del proyecto TEDS, que estudió a miles de pares de niños mellizos y gemelos nacidos en Inglaterra y Gales entre 1994 y 1996, y los siguió a lo largo de su escolaridad. De esta manera, buscaron deslindar cuánto del desempeño educativo de esos chicos se debió a la naturaleza (los genes) y cuánto a la crianza (el ambiente).

“Cabría esperar que algunos dominios académicos sean más hereditarios que otros, pero ese no es el caso. Los genes que influyen en un área de aprendizaje suelen influir también en las otras”, añade Asbury. Tanto ella como Plomin rechazan el “determinismo genético” y descartan que exista un “gen de la lectura” o un “gen de la matemática”: dicen que esas habilidades obedecen a grupos de genes.

Otra investigación que busca la raíz genética de las aptitudes matemáticas es el Proyecto Einstein, del Instituto de Tecnología de Massachussetts (MIT), que pretende mapear el genoma de 400 matemáticos y físicos de las mejores universidades de Estados Unidos. En China, el Instituto de Genómica de Beijing también busca secuenciar el genoma de 1600 personas identificadas como niños “matemáticamente precoces”.

Otros expertos han criticado estas iniciativas, o al menos han puesto reparos. Marcelo Kauffman, jefe de Neurogenética del Hospital Ramos Mejía e investigador del Conicet, advierte que no se debe caer en un “reduccionismo genético”. Aunque reconoce la importancia de la herencia genética, Kauffman subraya los factores ambientales: “Seguro hay factores genéticos involucrados en el aprendizaje, pero esos factores solo explican una parte de la variabilidad entre los estudiantes, igual que sucede con las enfermedades. Ningún factor genético es suficiente para explicar el rendimiento de un alumno”.

Los autores del estudio reivindican el aporte de la genética. “Hablar de genes y educación es un tabú porque evoca el horror del movimiento eugenésico. Existe el temor de que hablar de ‘influencia genética’ derive en una cultura de la discriminación, o algo peor”, plantea Plomin. Muchos asocian genética con determinismo, pero Plomin asegura que esta idea está lejos de la verdad: “Heredabilidad no es sinónimo de inmutabilidad. Esperamos que cada vez más gente entienda lo que significa realmente la herencia genética, para poder remover los miedos que impiden abrir debates constructivos sobre estos temas”.

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Cómo debería ser una escuela “genéticamente sensible”

Kathryn Asbury y Robert Plomin, los autores del libro Genética y Aprendizaje, plantean que, como todos los chicos llegan con cargas genéticas diferentes a la escuela, la clave para que todos desarrollen su máximo potencial es personalizar la educación.

“Lo que esta investigación demuestra es que somos diferentes por razones biológicas. Por lo tanto, un sistema que ofrece opciones estándar y propuestas educativas homogéneas para todos no parece destinado a dar demasiados frutos. Los chicos son únicos, y una buena educación debería celebrar esas diferencias”, explica Asbury a Clarín.

Una de las ideas más polémicas del libro es que no existen las “necesidades especiales”, porque “todo niño tiene necesidades educacionales especiales de algún tipo y en algún momento”.

Estas premisas requerirían crear una cultura escolar en la que hubiera tiempo y recursos para identificar y alimentar los intereses y habilidades individuales. “Necesitamos dejar de lado una cultura que obliga a todos los estudiantes a recorrer el mismo camino”, plantea Asbury, psicóloga de la Universidad de York.

Estos investigadores sugieren reducir al mínimo los contenidos comunes (lectura, escritura, matemática y tecnologías de la información y la comunicación, proponen ellos), para que la escuela secundaria se parezca más un campus universitario donde cada alumno se especialice en aquello para lo que tiene mejor predisposición. Sostienen que la mejor manera de ofrecer un abanico amplio de opciones para los alumnos es crear escuelas grandes, con buena articulación entre primaria y secundaria, pero con trayectorias diversas en función de las habilidades y los intereses de cada chico. Y reclaman que la “genética del aprendizaje” se incorpore a la formación docente.

Con un optimismo que suena –por lo menos– excesivo, incluso proponen que haya una currícula individualizada para cada estudiante. También defienden un sistema de tutorías personalizadas, pero a lo largo de toda la trayectoria escolar: cada chico tendría un “asistente personal” con el que iría definiendo la orientación de sus estudios. “Cualquier cambio educacional tiene que basarse en evidencias”, advierten los autores.

clarin.com

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